RELATOS Y MICRORRELATOS


UN MUÑECO DE MADERA ARTICULADO




Contengo la respiración. «Joder, cuánta belleza». La melena ondea lacia sobre los hombros. En sus ojos, la intensidad, pero en sus formas solo hay fragilidad y sutileza. En el contexto en que me hallo duele ver tanta belleza. ¿Una joven así, en un lugar como éste? Treinta años de edad. La observo. Sus manos, afanadas en recolocar los brazos de un muñeco de madera articulado. El derecho hacia arriba, el izquierdo abajo. Piernas separadas. Se me antoja una tarea hipnótica, precisión de cirujano en un estado febril. Cuando se diría que lo ha conseguido, lo contempla con ojos achinados. Luego niega con la cabeza. «No está bien. No está nada bien», creo oírla pensar, y vuelve a enfrascarse en su concienzuda tarea, obviando nuestra presencia.
¿Diagnóstico? me intereso.
Fobia amatoriasexual originada a los quince años. 
«¿Disculpe, eminencia en psicoanálisis?». Lejos de replicar, sigo tomando notas.
Comprendo asevero, aun cuando no entiendo ni media. Me he graduado a los treintaitrés y me juego un puesto junto al mejor: finjo entereza y comprensión. ¿Él? retomo, refiriéndome al paciente sentado a dos mesas de ella.
«¿Quince años...?». En mi cerebro, clic. Su apellido, el de mi mentor, eminencia y exprofesor; el rostro de ella...; nombrarme su becario pese a la mediocridad de mis notas. «Clic». Todo cobra un sentido funesto ahora. Una alarma se activa en la sala; en mi cabeza, un recuerdo devenido en mantra, por años tatareado, tratando en vano de expiar con él mi pecado: «Era un crío y estaba colocado; mis tres colegas mirando; tocaba mostrar mi hombría»
Brote psicótico. Quinientos gramos de haloperidol. Ingreso inminente e inderogable —le oigo ordenar.
Dos brazos y cuatro manos asiéndome por las axilas. «¿La reconoces? ¿Comprendes ahora?», balbucea, y se detiene junto a su frígida hija. «Brazo derecho hacia arriba; izquierdo abajo. Piernas separadas». Frenética, empieza a golpear el muñeco contra la mesa. «Era un crío y estaba colocado; mis tres colegas mirando...».

Relato de 2000 caracteres. Septiembre, 2019



DE LA FANTASÍA EMPÍRICA Y LAS SOSPECHAS SIN FUNDAMENTAR


Resultat d'imatges de duende montado a un pájaro

Marcelo corre dando zancadas exageradas, imposibles, casi, dada su bajísima estatura. Un repentino sentimiento de euforia estremece su diminuto cuerpo, desde los tobillos hasta la cabeza. El motivo: Marcelo no tiene pajolera idea del motivo, de por qué ni para qué la susodicha emoción ha recorrido la inusual longitud que supone su altura. Marcelo solo sabe que, de pronto, mientras caminaba por la calle con aire distraído tal como acostumbra Marcelo a enfilar cualquier trayectosu cuerpo desproporcionadamente pequeño se ha contraído de pies a cabeza para, a continuación, ser invadido por una fuente de energía revitalizadora. Una poderosa fuerza que en un abrir y cerrar de ojos ha dibujado una amplísima sonrisa en su rostro enjuto y enano. Marcelo sabe que quienquiera que esté observándolo debe de pensar: bien que está pirado, majareta, como una cabra, loco de atar, bien que ha consumido alguna sustancia poco menos que ilícita y altamente perjudicial para la salud. Sin embargo, constituye la anterior una circunstancia que a Marcelo trae sin cuidado. Trae sin cuidado porque en esos instantes de bendita euforia, que, mal que le pese, Marcelo intuye finitos, lo único que a él importa es disfrutar de semejante presente sin parangón, en el que, sin ton ni son, mientras avanzaba por una calle adoquinada con aspecto distraído, como es hábito en él, casi arrastrando con desgana sus pies enanos y cortísimas piernas, una energía ha sacudido su cuerpo menudo, de cuyo resultado Marcelo no ha tenido otra inventiva que salir corriendo, calle a través, con una sonrisa de oreja a oreja, elevando así mentón y pómulos más bien propios de un pigmeo o un liliputiense.



(Relato completo en el libro Vivir Bukowski y morir Neruda¿Lo quieres leer gratis? Haz clic aquí)
(Relato perteneciente al libro Els contes dels contacontes II Los cuentos de los cuentacuentos II de la mano de la asociación cultural de Cerdanyola del Vallès (Bcn) La constància: Factoria cultural. Abril 2019).

AVE




Esta es la pequeña historia de un inmenso pero herido corazón, que desde hacía escasos días, cuando por su nombre preguntaban, respondía: «Ave. Mas no el que observa de derecha a izquierda, inquieto, posado en una rama, mientras trina, grazna o gorjea, sino A-B –enfatizaba–, primera y segunda letra del abecedario, y positivo». Tras desdibujar un gesto ceñudo, erguía la espalda y cuadraba los hombros en ademán de satisfacción, desprovisto, no obstante, de altanería, si bien componiendo un rictus de orgullo.
  –De establecerse entre ambos un grado inequívoco de confianza –repuso con firmeza, en tanto elevaba ligeramente el mentón–, si gustas, podrás llamarme Simétrico. Pero estoy de paso.
  –¿Simétrico? –repitió Hipocampo dándose unos golpecitos en la barbilla con el índice–. Entiendo –concedió al fin, pero a juzgar por la sonrisilla compungida que se afanó en disimular AB positivo supo que su respuesta había quedado muy lejos de sonar convincente–. Simétrico –repitió.
  –Eso es –replicó AB positivo–. Gen A de mi padre y gen B de mi madre. Pero es pronto todavía.
  –Por supuesto, AB positivo. Es muy pronto todavía. Y, lo que es más, estás de paso.

Días más tarde, AB positivo e Hipocampo volvieron a coincidir. En esta ocasión el encuentro no tuvo lugar en la plaza Mayor. Siquiera fue un encuentro propiamente dicho. Más bien Hipocampo atisbó a AB positivo a lo lejos e, impelido por una acuciante necesidad de reunirse con él, bramó su nombre a pulmón abierto. AB positivo, alias Simétrico, giró, cuidadoso, sobre su entumecido y pequeño cuerpo –aun estando situado de espaldas a él, enseguida reconoció la melódica voz de su reciente colega Hipocampo–.
 –¡Hola, AB positivo! –Hipocampo efectuó enérgicas zancadas al tiempo que elevaba un brazo, recorriendo raudo los escasos metros que mediaban entre ambos–. ¡Me alegro de volver a verte!
  –Claro, lo mismo digo –al propio AB positivo, su apocada réplica le sonó exenta de credibilidad.
 –El otro día. Verás, lo cierto es que no entendí el porqué de tu alias, pero me llamó enormemente la atención. Ya lo creo que sí. Tanto que estuve largo rato rumiando al respecto. Por analogía, conjeturé: unidireccional. Luego, nunca antes habíamos coincidido, de lo que deduzco que eres nuevo en la Comarca.
  AB positivo trató de disimular, sin éxito, la zozobra que acudió intempestiva a su rostro.

(Relato completo en el libro Vivir Bukowski y morir Neruda¿Lo quieres leer gratis? Haz clic aquí).(Marzo 2017. Relato escrito para una antología por petición de una colega escritora)


EL POMO DE LA PUERTA



El recepcionista nos escrutó con la mirada como si estuviese esperándonos. Lo sé, siempre se espera a los clientes, sin embargo su mirada era distinta, ya lo creo que lo era. Una mirada similar a cuando te hallas absorto en una novela, en un parque, el día se presta soleado, una temperatura a pedir de boca aclimata el lugar. Tal es así que olvidas que tu novia llega tarde, como siempre, y es durante esa espera cuando dejas de estar en el parque, sentando en un banco, y ya ni tan siquiera esperas a tu novia. Ahora te encuentras sumido en las páginas de un libro que te sumergen en el misterio a antojo de su autor. Es entonces, en tanto te conviertes en el actor principal de la trama, cuando la voz de tu chica te hace retornar en el acto de tan intrigante ensueño: «Perdona, Dani, el tráfico es espeso a estas horas».
Bien pensado, tampoco tenía nada de especial la mirada del recepcionista. Más bien sospecho que Marta empieza a contagiarme sus disparatadas manías.

*

Dejando a un lado un catálogo que debía de servirle de entretenimiento a esa hora apenas ruidosa —pasaba de la media noche cuando por fin llegamos al hotel— el susodicho alzó la mirada, casi somnolienta, y compuso su mejor sonrisa.
Buenas noches, ¿tienen reserva los señores?
Así es, a nombre de Daniel Ramírez.
Sin mayor dilación por su parte, buscó el nombre en la pantalla del ordenador. Se me antojaba automático, rápido chequeo al aparato y, seguidamente, un inquietante repaso a mi persona. Desconozco si Daniel, siempre tan confiado, se percató de sus formas, pero el misterioso personaje nos recibía con un incómodo silencio, mirada de perturbado y con el rostro visiblemente desencajado. Alto, delgado, rostro enjuto y ataviado con unas enormes gafas de ver, y peinado con una meticulosa raya al lado sobrante de brillantina. «¿Por qué me mira así?», recuerdo haberme preguntado una vez seguida de otra. No me gustaba lo más mínimo. Su extraño aspecto, la carencia de personas pululando alrededor y el eco de los muebles sin más ruido que el de nuestra respiración me crispaban, a marchas forzadas, pese a mi evidente estado de agotamiento. «Cuando estemos en la habitación le preguntaré. No, mejor no, o me dirá que son tonterías mías. Que si la gente me mira raro, que ése de ahí nos observa... Mañana será otro día. Sí, será lo mejor.»
La 6106. Tengan una grata estancia —nos deseó, haciéndonos entrega de las llaves.
Como es para mí un deber, reduje la combinación numérica a un solo dígito. En este caso, a dos.
¡13! —exclamé, en medio del silencio que por fin empezaba a atenazar mi mente.
¿13 qué? ¡Cielo santo, no me lo puedo creer! Ya va siendo hora de que olvides esas extrañeces, como tú las llamas, y se las concedas a quienes tienen edad para ello, ¿no te parece?
¿No te has dado cuenta de cómo nos miraba? —Quise decirle directamente «de cómo me miraba», pero lo juzgué poco apropiado para iniciar mi acusación. Y con ello, mi rápida promesa de «mañana será otro día» se desvaneció de un plumazo.
¿A qué te refieres? —me cuestionó cansado, y no precisamente por falta de sueño.


(Relato completo en el libro Vivir Bukowski y morir Neruda. ¿Lo quieres leer gratis? Haz clic aquí).
                                                                                                (Marzo de 2013, para el sello literario Taller D Letras).


YO, EL EXCELENTÍSIMO ALCALDE DE TORDESILLAS



La falta de descanso sumaba diez largas noches. Dudas y escasez de ideas para sacar adelante a mi pueblo se apoderaban de mi maltrecha calma. En las últimas elecciones les prometí salir de la pobreza en que estamos inmersos y, a su vez, disminuir la escalofriante cantidad de impuestos que abonamos incompatibles a nuestro, cada día, más bajo nivel de vida. Como excelentísimo alcalde de Tordesillas, elegido de forma democrática por segundo año electoral consecutivo, me debía a mis votantes. Asimismo como amigo y vecino.
La onceava mañana de insomnio me dispuse, en mi modesto despacho desprovisto de grandes lujos —es Tordesillas del Monte del Real un pueblo pequeño de la España profunda—, revisar las cuentas anuales de gastos e ingresos en las que, mucho me temía, iban a deslumbrar los números rojos. Así fue. Pagos y más pagos por parte de mis ya casi desahuciados convecinos y que, sin embargo, el ayuntamiento necesitaba como agua de mayo. Las arcas públicas pedían dinero a gritos, sufrían sed de recaudación. La iglesia, por su parte, siempre tan diplomática y comprometida con el bien de todos, reclamaba, sin excepción, su talón a principios de mes, y cuando escuchaban hablar del déficit presupuestario en que navegábamos, se limitaban a discursos del tipo: «Tranquilo, hijo mío, el Señor aprieta pero no ahoga. Este mes andáis un tanto ajustados, pero ya vendrán tiempos mejores. No perdamos la fe». ¿Mejores? ¿Fe? ¿Para quién? A lo sumo, a ustedes solo les congelan su generosa (y religiosa) paga, pero al resto no hacen más que cobrarles ingentes cantidades de dinero mientras se ven obligados a luchar por un plato de comida caliente al día. Además de haber de pelear con el Banco para no perder su casa. Pero aquello solo lo pensaba, incapaz —por entonces— de soltarlo por mi boca. A fin de cuentas, era un padre el que hablaba. Un señor de sotana y votos. Se suponía que le debía respeto y que hablaba por el bien de todos.
Total, que esa mañana me encontraba devanándome los sesos para hallar la solución más justa cuando, de pronto, irrumpió en mi despacho el ministro de interior. Por lo visto, traía órdenes recién salidas del horno con remitente Gobierno Central. El maltrecho recitó —atropelladamente— la retahíla de barbaridades que mis oídos se negaban a escuchar para, segundos después, salir del cubículo con ademán de satisfacción y poder repelente que no reflejaba otra cosa que su actitud opresora y conservadora a partes iguales. A todas luces, tenía a mi cargo a alguien del bando opuesto. De nuevo en la soledad de mi confortable sillón de escritorio, lo único que quedaba de confortable entre esas cuatro raquíticas paredes, además de mis buenas intenciones, las cuales ya me resultaban de dudosa credibilidad, me dejé caer sobre unos abatidos brazos sobre la carpeta marrón de archivo urgente. Leí sin ganas, y cuando terminé, maldije. Maldito archivo urgente. Cómo iba a comunicar aquello al pueblo, a mi pueblo. Eran vecinos de toda la vida, amigos de la infancia, hijos de nuestros padres; ex profesores…, para mí, mi familia. Yo no podía hacerles eso. Me negaba. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Ni de coña. Me negaba en rotundo. Tenía que idear una buena, un plan de los grandes. Un boicot contra toda esa panda de lagartos con traje y corbata. Y estaba dispuesto a hacerlo. Y tanto que sí.

(Relato completo en el libro Vivir Bukowski y morir Neruda. ¿Lo quieres leer gratis? Haz clic aquí).
(Mayo de 2013, para el sello literario Taller D Letras).


MICRORRELATOS


Aves, Silueta, Animales, Que Vuelan, Migrar, Migración      



LOS PACTOS


La ola de calor sin precedentes que azotaba a prácticamente toda Europa seguía sin dar visos de virar aun bien entrado el invierno. El pronóstico no podía ser más desalentador. Una era la opción posible: migrar a otras tierras. Entre las pocas naciones privilegiadas que aguardaban la llegada del invierno como hasta entonces conocido: el África subsahariana y oriente medio, Senegal y Siria despuntaban en el mapa meteorológico más concretamente. Así pues, no había tiempo que perder, urgía iniciar los pactos de solidaridad entre estados.








AMADEUS LLORÓ

Año 2027. En una metrópoli cualquiera.

Amadeus lloró. Lloró al nacer en una época en que las amistades se forjaban por medio de redes, y porque en dichas redes la correspondencia equivalía a un «te escojo en mi equipo» de los de antes. Y entonces Amadeus lloró. Lloró porque dicha creencia lo empujó a hacer trizas su autoestima. Lloró dada la ausencia de retroalimentación.


(Microrrelato completo en el libro Vivir Bukowski y morir Neruda. Si lo quieres leer gratis, haz clic aquí).







TSUNAMI


Me buscan, es la hora. Tengo ganas de acabar. No he abierto la boca, sin embargo, aquí estoy, embriagado hasta las orejas. ¿Me habéis preguntado primero? Negativo, lo creen improbable, es un hecho. Empezamos bien, sujeto a hipótesis que otros postulan. Y esa palabra, ¿cómo era?, libertad, descuidáis su significado. La busco en mi memoria genética, aquí, en el genoma. Entonces confirmo mis dudas: no existe, la gran mentira. El inicio desmiente la realidad. Bien. Resignado, me presto a seguir lo empezado, no tengo otra salida, solo ésta, oscura, pequeña... Es curioso, cuando me decido, parece crecer. Quizá sea todo así, una vez convencido, dispuesto a abrirme camino, el miedo se torne juicio, y la dudas vapor. En fin, ahí voy. Me compelen. Qué pereza, mi casa se desploma, llega el tsunami. De acuerdo, ya me callo; a fin de cuentas, he de olvidar lo aprendido. Por decreto, mis células obedecen, implacables. ¡Qué retroceso! «Borrando información, tres, dos…», oigo a lo lejos. Es una molécula. ¡Existe la luz! No recuerdo nada... El túnel, pierdo la voz. Gritos, llantos, el acto final.
—Enhorabuena, Pilar, es un niño precioso.

(Martínez, M. Antología Historias del Dragón. Editorial Kelonia. Diciembre de 2013).






EL MOLDE






     Tu santa costumbre de taparte la cara, que me impedía besarte, empezaba a fastidiarme más de la cuenta. Por eso hoy es un gran día. ¡Por fin te has quitado ese trozo de plástico que prohibía tu piel!
  —No cantes victoria, amado mío, porque me haya desprendido de mi máscara o este trozo de plástico como tú lo llamas —repuso ella con una tranquilidad inmediata—, porque debajo tengo otra y luego otra, y otra. Son muchos años ya para sucumbir a la tentación de un fútil engaño. Demasiados para obviar que no soy ni un atisbo de lo que hubiera jurado ser.
  —¿Acaso crees que eso importa? ¿Crees que tus miedos son mis miedos? En lo que a mí concierne, me conformo con tenerte cerca. Pero entenderás que quiera besarte también, mi agridulce y misteriosa princesa —y con su última frase, ella moduló una carcajada al tiempo de arquear una sonrisa severamente pronunciada.


(Microrrelato completo en el libro Vivir Bukowski y morir Neruda. Si lo quieres leer gratis, haz clic aquí).

Resultat d'imatges de sí quiero

EL SÍ QUIERO


El tupido velo cayó sobre su rostro cegándola por completo, como siempre sucede ante una decisión de tal magnitud. Las orquídeas color marfil parecían mirarla de soslayo, cómplices del momento, como apiadándose de su alma. Fue entonces cuando el vestido blanco, sin vida, se ciñó cada vez más en su delicada figura, delatando así sus agitadas respiraciones. El silencio se hizo seguidamente, la aglomeración de cuerpos allí presentes empezó a mover sus cabezas de un lado hacia el otro, inquietos, buscando miradas entre los murmullos que reverberaban en el eco de la sala.

(Microrrelato completo en el libro Vivir Bukowski y morir NerudaSi lo quieres leer gratis, haz clic aquí).




¡QUÉ FELICIDAD LA MÍA!




 En contestación a su nueva aunque previsible demanda le dije: "Quizá el amor lo pueda todo, pero la enfermedad mental es una férrea contrincante. Y terminé con un: "Miedo me das...".

  

  Mi pequeña traviesa, ese gusto que tienes de andarte tanto por la ramas, de anudar nudos que sufren de ansiedad, de enredarte en amoríos con un profiláctico matacorazones...; de jugártela después a una carta porque, claro, tanto mareo te lleva más tarde o más temprano a caer en el impulso de algo que afirmas repudiar.



  –¿Que las impulsivas no dudan? Yo diría que lo hacen más, fíjese. Y así se lo hice saber.


  
  Ese vicio, traviesa mía, te pertenece enteramente a ti, nada tiene que ver conmigo. Así que tus ataques póstumos de nervios no me apetecen, no ya, menos ese adagio último: "perdóname, por favor, todavía te quiero". Aun estando seguro de cuanto te digo, y juzgándome preparado para rechazarte, creo no merecer más confusiones por tu parte. ¡Ay mi eterna y dulce, y pequeña y traviesa mía! Yo sí que te quiero y te amo todavía, de eso estoy perdidamente seguro; y no es que esté perdidamente seguro de que te amo y te quiero todavía, simplemente te quiero y te amo, sin el todavía; no puede ser de otro modo, puesto que nunca he dejado de hacerlo. Pero vives tan confundida... que con quererte no basta.



(Microrrelato completo en el libro Vivir Bukowski y morir Neruda. Si lo quieres leer gratis, haz clic aquí).


(8 de septiembre de 2015, para el sello literario Taller D Letras. Míriam M. Ramírez)





Reloj, Reloj Despertador, Ver, Tiempo

EL TIEMPO, QUIZÁ, VALE MÁS QUE MIS DUDAS

Corría el año 58 cuando me pregunté si podría hacerlo. Como buen filósofo que fui y soy, me quedé pensando, sopesando los pros y los contras. Mientras tanto, las farmacéuticas ponían a disposición del consumidor nuevos brebajes que prometían hacer milagros, al tiempo que otras fabricaban vacunas con las que combatir los síntomas de no pocas enfermedades merced de las cuales más tarde afirmarían estar en posesión de la cura. La tecnología avanzaba a pasos agigantados, lo nunca visto, la revolución. Mi viejo Chevrolet, antes la envidia de tantos, se estaba quedando anticuado. Mi melena, aquella que decías adorar, iba emblanqueciendo (pero lo peor es que a día de hoy apenas queda el vago recuerdo de lo que fue). Lo que sucede es, siendo el principal motivo por el que te escribo esta carta a la antigua usanza (en efecto, amada mía, sigo siendo un romántico), que ya sé la repuesta a mi pregunta, y que, por avatares de la vida, se responde con otra interrogación: ¿Quieres casarte conmigo?

(2014, para el sello literario Taller D Letras)



UN ÚLTIMO VERSO PARA ELLA



Sin duda era ella, su musa, su fuente de ideas y sentimientos, y la conocía junto con las palabras de Marcos la mañana previa a que resonaran en su sesera cual eco desentonado y desenfrenado: “Te falta inspiración”, sentenciaba su agente. Quizá Marlene conseguía salvarlo, de modo que ya no lo pensó más y marcó el número.
  Ella rezaba cada noche con el deseo de que sonase desde que se toparan en la boda de su mejor amiga. Por fin, Richard al otro lado del teléfono; afinó su mejor voz.
  ¿Sí?
  Empezaron a conversar.
  Mejor en mi apartamento –resolvió él finalmente. No podía arriesgarse, ¿y si llegaba? Sería causar demasiadas molestias innecesarias.
  La ventana reflejó cada una de las caricias en esa noche cómplice de todos sus besos. Y junto con los delirios de grandeza que ofrece un amor manifiesto y consumado, apareció. “¡Bendita inspiración!”, se dijo extasiado. Decidido a terminar con el torrente de angustia pasada, presente y venidero, tomó la pistola. Ella descansaba en la cama cual cuerpo abatido tras un combate; se encerró en el baño, silencioso, y le dedicó su último verso pincelado en el espejo con carmín. “Gracias por confiarme tus sueños”. El crujido del gatillo impactó haciéndose uno con el silencio; la cobardía, hizo el resto. 
  El atestado policial fue contundente: "Locura transitoria, otro poeta fracasado".

(2014, para el sello literario Taller D Letras)



CARA MÍA 

Si contaras las verdades que te ofrece, no sumarías más de veinte, pues su significado es inerte, carente de vida, de realidad. Mas no sería la falta de vocablos lo que impediría el recuento, sino la incomprensión a fin de articularlos con sentido aparente. Aparentemente correcto sólo para él, para ese vértigo que lo envuelve. Un mundo en continua movilización, cambios de parecer, revolución de ideas inconexas; un reinventarse rompiendo lo definido para volver al origen de su creación.
Ninguna palabra es exacta cuando trato de expresarte lo que por ti siento. Pero qué importa, yo te amo y puedo entenderte. Y mi amor te juro que es perenne, eterno, inamovible. No es tu razón la que me habla, sino tu cuerpo, tus besos, tu alma. Amanecer y sentirte cerca de mí es mi mayor anhelo, mi gran virtud, la respuesta mejor articulada a los propósitos de mi existencia. Nuestra vida en común. Por ello, sed de mi boca, caricias de mi piel, no lo escuches demasiado, él siempre te confunde… Olvídalo, libérate de sus garras despiadadas que no hacen más que confundirte. Te aseguro, cara mía, que es el peor de los aliados; él, el miedo, es quién nubla y borra tus sueños, tus verdades irrefutables, las mías. Nuestra razón de ser, cara mía.                                     

(2014, para el sello literario Taller D Letras)



¿SE PUEDE AMAR MÁS?
                                       

Te escucho a lo lejos. Marzo no ha llegado, y sigo tumbado, en nuestra cama, desnudo, sin alma ni calefacción. Oigo cómo abres la puerta, cuelgas la chaqueta, lanzas las llaves en el mueble de la entrada, ¡zas! Miedo me das… Cada noche igual. Luego el suspiro en respuesta a esa manía tuya: "Odio tener que vestirme para salir a la calle". Adoro tus rarezas. Todas. Siempre lo hice. Ahora es tu voz la que se acerca, la que franquea mis sentidos y susurra que vuelves para quedarte."Ven, túmbate, mi amor", digo yo.
  Han pasado ocho años –continúo– desde la última vez que cerraste la puerta. Sin embargo, aún te escucho abrirla, colgar la chaqueta… ¡Zas! Las llaves, luego el suspiro por esa absurda manía tuya. ¿Todavía crees que fue mentira? "ven, túmbate", pienso. "Cuando me mires con el alma, me creerás", solía decirte. Y de pronto te vas. 
  Mañana iré a verte y a llevarte flores susurro en un aire ya viciado.

(2015, para el sello literario Taller D Letras)



UNA CARTA PARA FEDERICO


Todos lo tenían como el hombre más listo del pueblo, y no era de extrañar, recién cruzados los cuarenta tenía en su haber una casa de ensueño, erigida de la nada una empresa en pleno auge y expansión, cinco hijos y la mujer más bella de la comarca, Marcela. La que a tantos vecinos había robado el sueño y no sólo el de la noche. Y es que Federico siempre supo cazar al vuelo la oportunidad. De esos hombres que se huelen el momento, y que habla solamente cuando ha de hablar, que calla y escucha en su justa medida y en el momento preciso. Un hombre sabio, ya lo creo. De ideas claras y revolucionarias, propósitos firmes, sabedor de una premisa inteligentemente asimilada: “Quien no arriesga, no gana”.  
  Sigue siendo mi ejemplo a seguir, mi ídolo, mi referente. Federico ha sabido hacer de los placeres de la vida su realidad, sin perder un ápice de esa honestidad y humanidad suya que tan bien lo definen. Querido por todos y odiado al mismo tiempo, en secreto. Qué orgulloso estoy de Federico, mi abuelo.
  Entro en la habitación y le entrego la carta por deseo de mi padre. Federico se está muriendo.

  –Pablo, muchas veces en la vida es necesario guardar silencio. Mi nieto querido. Te contaré un secreto: tu anciano abuelo, al que tanto admiras, no sabe leer ni escribir. ¿Serías tan amable de leerme la carta?
(2014, para el sello literario Taller D Letras)

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